Debates / Eztabaidak

Aunque cada entrada de este blog tiene un apartado para que quien quiera pueda introducir sus comentarios, nos ha parecido conveniente abrir este apartado para incluir en él debates que consideremos interesantes y que se vayan creando con intervenciones vuestras que nos hagáis llegar por los comentarios del blog o por otras vías. Tal es el caso del debate con el que se inicia este apartado: una reflexión/comentario/aportación que Julen (no damos apellidos porque no sabemos si los querría hacer públicos) nos mandó por correo y al que añadimos nuestra contestación. Lo dicho, otro espacio abierto de debate, más allá de los comentarios a los post.

El mensaje de Julen

Hola

buenos días, soy un ciudadano de Vitoria-Gasteiz que por casualidad he descubierto esta plataforma de la cual desconocía su existencia. He leído vuestros argumentos y motivaciones y quería daros mi opinión personal.

En primer lugar he de deciros que coincido totalmente con el análisis que hacéis cuando decís: «poco o nada importan las necesidades, intereses y sueños de la población, y en donde las personas quedamos relegadas a ser meros votantes cada equis años.» Sin embargo debo decir que creo que equivocáis el enfoque. En el panorama político existen una gran cantidad de opciones políticas con propuestas muy interesantes en muchos casos que el sistema con su gran poderío mediático siempre ha intentado tapar. Pero lo último que debe hacer una plataforma que pretende una profundización democrática es invitar a los ciudadanos a no participar en la política. Os aseguro que a los poderosos no les importa en absoluto que los críticos con el sistema se queden en casa o renuncien a participar de un sistema electoral que tiene muchos fallos. Lo que más temen es que esa gente vaya a las urnas y ese miedo se ha puesto de manifiesto en los últimos meses con la aparición de una fuerza política en concreto: Podemos. Aunque hay más opciones de cambio a parte de la de Pablo Iglesias.En segundo lugar, creo que el cambio ha de producirse animando a la participación de la gente. A animarles a que se interesen por lo que sucede a su alrededor y que tomen conciencia. Y vuestra propuesta de animar a la gente a salir del censo electoral creo que va en sentido totalmente contrario.

En tercer lugar, el 24 de mayo iré a votar, y no me gustaría en ningún caso encontrarme con impedimentos para hacerlo. Acudir a las urnas es un derecho ciudadano pese a que el sistema electoral sea imperfecto y para ello son necesarias las mesas electorales, con ciudadanos independientes que estén allí controlando que no haya ningún fraude electoral.Esta es mi opinión, me gustaría conocer vuestra respuesta,

un saludo,

Julen

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Nuestra contestación (disculpas por la extensión)

Hola Julen:

Muchas gracias por tu carta y por exponer con tal cordialidad tus reparos a nuestra iniciativa. Nos felicitamos por la aspiración que, según muestras, tienes por cambiar la realidad que nos imponen. No queremos dejar de responderte a las objeciones que planteas, para asegurarte, en primer lugar, que la equivalencia que haces entre participación política y elecciones, o más incluso, entre participación política con ambición transformadora y elecciones, o incluso entre política y cambio de partidos en el poder formal e institucional, es una equivalencia excesiva y un tanto simplista y tal vez el origen de tu incomprensión con nuestra postura, que al parecer no te parece política o, sería casi más acertado, no política en la línea adecuada para transformar la sociedad y la “política” en otra cosa y no un mero refuerzo de lo que hay.

La realidad es que lo que sea la política no resulta fácil de concretar, mucho menos de constreñir, ni siquiera para la teoría política, pues es uno de esos términos tragalotodo que puede tener muchos contenidos o ninguno. Como probablemente sabrás por tu experiencia y compromiso, la participación democrática y comunitaria se desarrolla por muchos cauces y en muchos planos. Y casi todos son ajenos al marco instituido y a sus mecanismos formales de representación y legitimación de lo fáctico (en nuestro caso la partitocracia en que se distribuye la influencia e interrelación de las diversas élites y el juego electoral con que constituyen su ascenso-intercambio y sujeción del resto). Por ejemplo, en el trabajo horizontal y de base en los barrios, en la construcción de pautas culturales alternativas a las que la realidad positiva nos ofrece, en la lucha ecologista, o feminista, o de solidaridad internacional, en la desobediencia ante desmanes sociales como los desahucios o las guerras, en la paciente labor educativa en otros valores, en el compromiso por consumir o mantener relaciones interpersonales de forma alternativa, etcétera. Todos estos planos afectan al día a día y, como ves, no pasan necesariamente por los mecanismos formales, tradicionales y formalizados de “poder” ni necesitan que alguien nos represente en ellos. Incluso muchos de estos, es innegable, se hacen al margen del “poder” y sus mecanismos institucionales o, incluso más allá, en contra de este. Sucede por ello que llamar a no participar en las mesas electorales, que es el llamamiento que hemos hecho, o incluso a no votar, que es lo que subyace de fondo, no tiene que ver con no participar en política (de hecho es un modo de participar en política de otro modo y desde una responsabilidad que enfatiza toda esa participación invisible y que apela a un compromiso situado en otro plano diferente de la construcción del bien común), ni con no apostar por construir un cambio político (de hecho propone un cambio político hondo, desacatando los medios que coartan este y lo reconducen a límites absorbibles por los que ostentan los grandes espacios de poder. Y, por cierto, con un enfoque de la acción política que sí ha conseguido logros evidentes que la vía institucional rechaza, como la desaparición del servicio militar, el boicot a los desahucios, o, por ponerte un caso diferente, la deslegitimación del régimen vigente, todo ello conseguido no gracias a la politica partidista, sino a pesar de ella y sus resistencias), sino en algo mucho más reducido y prosaico: no participar en unas elecciones que

  1. cuentan con cartas marcadas (y no hace falta que te contemos cómo es el sistema electoral que padecemos),
  2. eligen únicamente “representantes” a instituciones que por su propia estructura y funcionalidad no pueden promover cambios profundos en la comunidad, sino mera reproducción de lo ya dado,
  3. legitima como única vía de acción política la vía institucional, y
  4. reproduce el mismo esquema político que existe en el Estado al menos desde la primera restauración de hace más de un siglo y actualmente replicada en este nuevo sistema.

Quienes así actúan entienden que al poder no se llega ni por consenso ni por asalto, porque el poder no es una esencia a la que llegar y desde la que, cual jugador diestro de ajedrez, cambiar las cosas moviendo unos u otros peones, como si estuviéramos en una especie de juego de tronos, ni una especie de ídolo ajeno a nuestra propia relación de poder al que le podemos aplacar, seducir o rogar y al que se accede por medio de una especie de representantes mediadores, sino una relación de fuerzas que se entabla en la acción y donde es la constante de pequeños actos que hacemos este frágil manojillo de sentimientos y pasiones que somos la que construye y reconstruye este poder, reconociendo o desacatando, sometiéndose o luchando, haciendo un tipo de vida u otro. Ni siquiera el poder instituido y que nos llama a votar en el relato pactista al uso es el poder ni el lugar desde el que se puede provocar un cambio amplio en la sociedad, sino un mecanismo de simplificación que tiene la función de mantener un cierto statu quo en la sociedad basado en las constantes de la dominación y la violencia.

En realidad , en el actual marco jurídico e institucional, la política que quiere ser otra cosa ni siquiera tiene como punto privilegiado la construcción de parlamentos de representantes que se representan a sí mismos, sino que se realiza en otro lugar y no pocas veces a pesar de la política institucional, que actúa de tapón contra estos cambios.

Sería curioso preguntarse, por ejemplo, para qué vale un concejal, o un diputado, y para qué no. Como hemos tenido oportunidad de conocer a muchos de ellos, podemos afirmar que cuando se les plantea algo que de verdad pretende cambios sustanciales, siempre hay un problema de competencias, o de formas, o de relación de fuerzas, o de… cualquier otra cosa que lo impide; de modo que estos siempre están o llegando demasiado pronto al tren del cambio (y por tanto hay que esperar) o llegando demasiado tarde al mismo (y por tanto se les pasó el arroz y ya no es oportuno). Esto mismo, si de algo te vale, lo podemos afirmar con algún ejemplo simpático incluso de los diputados de la fuerza que parece que te gusta, Podemos, en lo que tiene que ver con el sitio donde tienen parlamentarios, Europa, pero no es el caso, ni nuestra pretensión, diferenciar a Podemos de los otros.

Que la irrupción de Podemos ha levantado expectativas de que al menos se mueva algo en el paralítico sistema de restauración que sufrimos es evidente, y puede que hasta saludable para la salud del mismo régimen. Que vaya a servir para canalizar un gran grupo de descontentos con las promesas incumplidas de los otros es una buena noticia para estos reactivados descontentos, a los que suponemos además la inteligencia suficiente para no dejarse embaucar con cualquier promesa oportunista. Que puedan si llega el caso, cambiar la dinámica del modelo vigente y retardar los efectos más perversos de este es una posibilidad que, al menos, podrá darnos algo de respiro. Pero que la vía electoral sea la vía adecuada para expresar el efectivo pluralismo político existente o incluso para provocar cambios radicales, eso es otra cosa y esa es precisamente la cosa.

¿No les importa a los poderosos que los críticos se queden en casa y no particpen en la politica y lo que temen es que vayan a las urnas?

Lo que en realidad les importa es que no haya cambios radicales, y precisamente para eso prefieren un sistema de representación que canaliza y absorbe las disidencias: para neutralizarlas. Y si los grupos en liza cuentan con líderes verticales con los que poder negociar, mejor.

De este modo, que las urnas sean un elemento desencadenante de cambios no depende tanto de las urnas, sino de la existencia de propuestas políticas y sociales alternativas acompañadas de práctica social y organización suficiente de esta en la calle. E igual ocurre con los que no acuden al juego de las urnas. Importan para el poder cuando su actitud es de lucha y tiene capacidad de contagiar a la sociedad, no cuando es meramente iconoclasta o tan pasiva como la del votante conformista.

Te aclaramos que a los poderosos no les importa la actitud personal de la gente ante los mandatos y reglas que establecen. Votemos o no votemos ellos siempre salen y siempre se salen con la suya, porque las reglas de juego están hechas para legitimar el poder de los que lo ostentan, no para distribuirlo. De este modo, que una persona, de forma anónima, vaya o no a votar, vaya o no a la mesa electoral, piense en negro o en blanco o en multicolor, les importa un pito y no les afecta en lo más importante, pues en realidad su juego se hace con independencia de la gente y haciendo uso de esta. Su lógica, que está por encima de las decisiones de la gente, sigue en pié y no se cuestiona.

Lo que de verdad cuestiona no es dejar de votar o hacerlo, sino hacerlo desde el desacato, desde la visibilización de que las cosas pueden ser de otro modo, desde la muestra de una práctica alternativa que, de ser imitada, cambia las relaciones de fuerza. Un mero desertor anónimo a las mesas electorales no cuestiona nada, no dice nada, no es ni siquiera una anécdota, pues de hecho en cada proceso electoral hay miles de ellos y no pasa nada ni, que se sepa, se ha puesto en cuestión el proceso mismo y las condiciones en que se produce; pero un desobediente que plantea abierta y públicamente su disidencia no es lo mismo: este sí que desafía. Sí que cuestiona. Sí que muestra las costuras rotas del cuento representativo y por eso con ese sí se puede emplear el sistema, porque ese habla del meollo del problema y no se conforma con el anonimato, sino que pretende ser ejemplar políticamente y poner en solfa este constructo de la representación y el poder delegado.
De modo que, por comparar, la postura sumisa de la monja de clausura que no va a participar en la mesa electoral porque su reino no es de este mundo, no es idéntica a la de la persona consciente que hace pública su disidencia con intención política de rescatar la participación y denunciar el encorsetamiento de esta en un formato que la impide o la limita a una creencia de dar el voto a unos señores para que nos representen y cambien las cosas por nosotros y nosotras.

El poder no teme a las urnas, porque las urnas, en el contexto actual y con el nivel de democracia existente, no son un instrumento de democracia y mucho menos de transformación, sino de mera liza entre élites poliárquicas con programas de actuación paternalistas y dentro de un limitado espacio de poder: el poder institucional, que a su vez responde a otros poderes soterrados.

También en los hipermercados nos dejan elegir entre diversas marcas de detergentes, cada una con su énfasis, pero todas ellas prudicidas por la misma matriz y nosotros no llamaríamos a eso una elección de opciones.

Por cierto: sin polemizar con Podemos, animar a la gente a participar no equivale tampoco con animarla a votar. De hecho nuestro modo de actuar es un llamamiento a una participación consciente y comprometida, que pasa por desobedecer públicamente y por usar el vuelo mediático de tal disidencia como altavoz político y pedagógico para debatir y construir en común con la ciudadanía, proponiendo participación siempre y en todo, sin delegación ni pasividad.

Animamos por tanto a que participen y tomen conciencia, no a meterse en el caparazón solipsista de quienes se conforman con votar cada cuatro años y esperar al siguiente llamado.

En cuanto a las (remotas) posibilidadeds de que el 24 de mayo te encuentres tu mesa electoral cerrada, te queremos tranquilizar. El sistema cuenta con un sólido sistema de sustituciones y reemplazos que hace que, a pesar de que cada año sean más de 50.000 quienes de forma silenciosa y privada (y que nosotros y nosotras querríamos que fuera ruidosamente porque eso sí que pone en la mesa otros debates) desacatan el mandato mesaelectorero, las elecciones, hasta donde sabemos, no se han dejado de celebrar de forma sistemática permitiendo a los votantes meter su papeleta en la urna. De este modo, si no votas el día de marras, será porque hayas cambiado de opinión, porque –en contra de lo ocurrido hasta ahora– los encargados de organizar las elecciones la pifien en su organización o porque otros te lo impidan, pero no porque la campaña de llamamiento a la desobediencia a participar en las mesas electorales te vaya a quitar o poner nada.

Por nuestra parte puedes votar tranquilo y con todas tus ilusiones intactas. Y al día siguiente, lo más probable es que nos encontremos en la lucha y la participación del día a día, donde se hace la política en la realidad.

Un saludo.

Colectivo por el Des-censo electoral

3 comentarios en “Debates / Eztabaidak

  1. Lo de la obligación de ser miembro de la mesa electoral raya en la esclavitud y me parece inadmisible, que te avisen 4 días antes como a mí y tengas un compromiso importantísimo, da lo mismo, pierde lo que tengas pagado, falta al evento o deja de cuidar a un familiar o amigo que lo necesita. Pero no importa estarás 14 horas por poco más de 60 €, la hora festiva me saldrá a más de 4 € y eso sí, aunque la jornada laboral máxima en España es de 8 horas, tú haces 14, pero no te preocupes al día siguiente en el trabajo te darán 5 horas libres eso si siempre y cuando tu jefe no te haga algún comentario desaconsejándote cogerlas
    Se basan en amenazar y amedrantar con que es delito y tiene pena de cárcel, multa, antecedentes…
    Vergonzoso es que la policía local pueda entregar la notificación a un vecino y que tenga total validez. Y si el vecino se olvida de entregártela o no te localiza porque estás fuera, cuando vuelvas como poco tendrás un problema que aclarar. Lo he consultado con un abogado y me ha dicho que cuidado porque hay muchísima jurisprudencia que habiéndosele entregado a un vecino está notificado. Eso tiene que ser denunciable y un juez con sentido común aquí o en Pekín tiene que dar la razón.
    Ahora que tengo que cumplir con la esclavitud impuesta por un sistema del que no me siento partícipe y que me deshace mis planes con total impunidad simplemente por no incurrir en delito, iré a la mesa, pero iré enfadado molesto y como espero al menos tener libertad para vestirme o caracterizarme confió el que un señor con barba y algo de calvicie como yo, tenga el derecho a ir vestido de flamenca, de vampiro o de Drag Queen o de lo que me apetezca sin incurrir en delito

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    1. Muy buenas Anselmo, por si te sirve para algo, sabemos que al menos dos personas en Cataluña van a acudir a la mesa con camisetas en las que figurará (en castellano y catalán) los siguientes lemas:
      «Estoy aquí contra mi voluntad y bajo amenaza de ir a la cárcel» y «En Democracia se goza de libertad, a condición de no usarla».
      Si al final te animas y lo haces, háznoslo saber, así como lo que te sucede, para recopilar lo que vaya ocurriendo y saber qué y cómo seguir proponiendo para próximas elecciones. Y si además nos haces llegar una foto… pues perfecto. (Por cierto, no sabemos de donde eres y si estarías dipuesto a ponerte en contacto con gente que esté en tu misma situación en estas o en próximas convocatorias)
      Suerte y ánimo, y si quieres algo ya sabes donde nos tienes

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      1. Hola. Soy de Guadalajara.
        No me importa mostrar que estoy contra mi voluntad, pero de alguna forma que no me pueda causar problemas, es decir algo que no pueda constituir delito.
        Somos pocos y ese es el problema, pero quizá una prenda, un color, algo que sea común a todos los que pensamos que ese día «Gozamos de libertad a cambio de no usarla» (aunque no se si ese día soy libre o estoy en «arresto colegial»)
        Con la cantidad de miembros de mesas electorales tiene que haber muchos cabreados, a ver si van apareciendo otros.
        Si no me importa contactar con más gente en similar situación

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